lunes, 26 de abril de 2010

Incapacidad, Corrupción e Impunidad


Como ya es característico en nuestro país, una vorágine de acontecimientos políticos y judiciales siguen conmocionando a la población.

Ya nada nos sorprende. De un escándalo provocado por allegados al Gobierno, pasamos a otro mayor.

Y la situación se torna más inmanejable, no por obra de la oposición, como afirman los hombres de Gobierno; sino por sus propias acciones; y porque no se tiene ninguna aptitud para enfrentarla.
De las mismas entrañas del Gobierno, salen los más lamentables casos de corrupción.

Transparencia, Control y Ética

Y ya se notaba claramente, que no estábamos viviendo un verdadero Estado de Derecho.
¿Y qué es Estado de Derecho?; es la situación en que se dan tres condiciones básicas: separación de poderes, aplicación estricta de la ley y efectivos mecanismos de control.
Y aquí me viene a la mente Juan Jacobo Rousseau: “Si existe un solo hombre que no esté sometido a la ley, todos los demás se encuentran necesariamente a su merced”.

Lucha contra la Corrupción

Tiene dos fases:
La primera es la fase preventiva. Es decir, aquella en que todos los peruanos, vamos a hacer esfuerzos para evitar caer en ese flagelo, que nos cuesta 1,600 millones de soles al año.
¿Y cómo prevenimos ese mal? muy simple; adoptando tres acciones básicas: la primera; transparencia en el uso de los fondos del Estado; la segunda: con efectivos mecanismos de control; y la tercera: predicando con el ejemplo.
En resumen; transparencia, control y ética.
La segunda fase de la lucha contra la corrupción, es la fase represiva; es decir la fase en que se castiga el delito cometido, a pesar de haber tratado de evitarlo.
Esta penalización es de competencia exclusiva del Poder Judicial. Ningún otro poder debe intervenir cuando se vive un verdadero Estado de Derecho.

Refundar el país

El Perú, nuestro querido país, no ha podido alcanzar mayores niveles de desarrollo debido a que hemos tenido gobernantes incapaces y corruptos.
La clase política peruana (con honrosas excepciones), ha sido proclive a la corrupción. Es falso que en el Gobierno de Fujimori-Montesinos los corrompiera. Ellos ya eran corruptos y lo que hizo, este siniestro personaje, fue pagarles lo que ellos pidieron para hacerle favores.
Por eso tenemos que refundar el país. No es difícil. Es cuestión de tomar la valerosa decisión de vivir en un verdadero Estado de Derecho.
La primera causa de nuestra desgracia ante gestiones desastrosas es por que los gobernantes gozan de impunidad respecto a los resultados de su gestión. no pasa nada; sólo lamentarnos por el error de elegirlos.
La segunda causa es que no podemos rectificar nuestro error a mitad de la gestión como quisiéramos hacerlo. La elección del gobernante es un contrato social, el que se rescinde por incumplimiento de una de las dos partes. Si el gobernante resulta una vez más, incapaz y permeable a la corrupción, rompe el contrato y, como tal, debe ser relevado con un castigo moral y ético, que inhabilite, en el consciente colectivo, a la vieja clase política que ha fracasado históricamente durante 189 años.
No presumimos que sean deshonestos e incapaces los gobernantes. La historia nos demuestra palpablemente que así es. Precisamente en nuestro Editorial, que publicamos en la presente edición, se hace un recuento histórico, de esta penosa realidad.

Propuestas en orden prioritario

Los gobernantes que hemos tenido han sido deshonestos y no estuvieron ni están preparados para gobernar. El país ha caminado sin rumbo ni destino durante 189 años.
Porque no tenemos Proyecto Nacional, ese diseño integral de un nuevo país, que se espera alcanzar en el largo plazo. Nadie ha propuesto los objetivos nacionales que debe contener ese proyecto, y finalmente ningún partido, tiene un Plan de Gobierno serio, coherente y con prioridades, derivado de ese proyecto de largo plazo. Se debe exigir partidos políticos serios y no agrupaciones “chicha”, que sólo buscan saciar los apetitos de su bolsillo.
¿Qué hacer para generar empleo, oportunidades y combatir la pobreza , la incapacidad, corrupción e impunidad?
Muchos se preguntarán ¿qué hacer?; aquí proponemos una serie de tareas en orden de prioridad, justificando su pertinencia.

Reforma del Estado

Primero: Una profunda Reforma del Estado para que cumpla la finalidad para la cual fue creado: alcanzar el bienestar general de los peruanos, es decir su plena realización como persona humana. El que hicimos en más de un siglo y medio, lo hicimos mal; y hoy, es el primer obstáculo para el desarrollo. Esta Reforma, no puede hacerse sin una Reforma Constitucional. Ella debe comenzar por asignar un rol al Estado. Sugerimos que sea promotor y subsidiario. Entendiéndose como promotor, el rol mediante el cual, el Estado garantiza las condiciones para que los agentes económicos alcancen su pleno desarrollo (capacitación, tecnología, financiamiento y mercado) y subsidiario, el rol mediante el cual, asume las tareas que al sector privado no le son atractivas sin embargo, son necesarias para ciertos sectores de la población.
Luego, afianzar la democracia, a través de un sólido Estado de Derecho, que garantice una verdadera independencia de poderes, el cumplimiento estricto de la ley y un efectivo mecanismo de control.

Gobernabilidad
Segundo: Afianzar la gobernabilidad del país, incidiendo en sus tres pilares: eficiencia, para determinar los objetivos nacionales, de los que adolecemos desde nuestro nacimiento como República y no nos permite tener visión de largo plazo. Eficacia, para alcanzarlos en el menor plazo y con los menores recursos.
Lo que tiene íntima relación con la creación o relanzamiento de una Oficina de Planificación Nacional, institución que ha logrado el desarrollo de todos los países del mundo; y finalmente, legitimidad, la que consigue el gobernante a través de la aceptación del pueblo, que es el único que legitima el poder. Esto se llama liderazgo, mediante el cual, el que gobierna, compromete a la población a apoyar la consecución de los objetivos nacionales.
Para ello, el gobernante debe dar el ejemplo; debe conocer profundamente el país y sus problemas, y finalmente debe estar dotado de una alta dosis de convencimiento.

Desarrollo
Tercero: Orientar todos los recursos, esfuerzos y deseos hacia el desarrollo. Para ello, se hace necesario enfrentar los siguientes retos: formalizar el país en forma gradual pero sin pausa. Para ello, el Estado debe brindar las condiciones e incentivos que hagan atractivo el proceso. Esto logrará aumentar la base tributaria, e incrementará obviamente la recaudación. Apoyar a los gobiernos regionales y locales, a confeccionar técnicamente y con visión de largo plazo, su plan estratégico de desarrollo, condición sin la cual, no deben invertir.

Macroregiones
Cuarto: Cambiar el mapa político y económico del país, creando un máximo de ocho macroregiones, primando criterios geopolíticos para su conformación, particularmente los conceptos referidos a zonas geo-económicas. Esto ya está en la Ley de Bases de Descentralización. Hace falta decisión política para hacerla cumplir.

Meritocracia
Quinto: Que el Estado cumpla con brindar los excelentes servicios a los que está obligado. Para ello, le damos parte de nuestro dinero, a través de los impuestos. Para este fin, el primer paso es desburocratizar los organismos que tienen esta responsabilidad, contratando asesores nacionales y/o extranjeros de alto nivel. El segundo paso, es transformarlos en honestos; para ello, elevar a delito grave el perjurio, castigando además con mayor severidad, a los funcionarios públicos corruptos. La ley de carrera pública, debe ser reiterativamente meritocrática.

Globalización
Sexto: Insertarnos ventajosamente en el contexto internacional. A la globalización no debemos temerle. Le debemos tener temor a la incompetencia. Buscar afanosamente alianzas estratégicas con Europa, los países asiáticos (particularmente China) y la India. Tratar de fortalecer cualquier bloque sudamericano.

País ecológico
Séptimo: Declararnos el primer país ecológico del planeta. Para ello, endurecer las leyes y castigar severamente, todo acto que atente contra la naturaleza. Que toda actividad extractiva (particularmente la minera), sea monitoreada por organismos internacionales que cuidan el medio ambiente, pero igualmente, exigir que los países poderosos del planeta, que son los que más emiten Co2, nos recompensen por reciclar su basura, mediante nuestros bosques amazónicos.
Si emprendemos estos esfuerzos, estaremos ante gobiernos serios, que hacen política en serio. No creemos en el cortoplacismo, ni la navegación sin rumbo.
Lamentablemente, hemos dado bandazos históricos entre la improvisación y la confusión. Los gobernantes han afincado el éxito de su gestión, en los niveles de aprobación ciudadana. Al respecto, el pensador argentino Alberto Zinn expresaba: “Cuando un gobernante dice, que hará lo que el pueblo decida, es seguro que ha encontrado la forma de domesticarlo”.
El alto índice de analfabetismo, y el grueso de ciudadanos con bajos estándares de cultura cívica, han facilitado la tarea de convertir fracasos políticos en éxito.

Recuperemos la fe

El Estado, a través de sus sucesivos gobiernos, es el único que puede alcanzar el desarrollo. ¿Por qué no lo han logrado?, tenemos un territorio ubérrimo y con ingentes recursos naturales. Recursos que los países desarrollados nos compran con avidez y países como China e India, importan para alcanzar sus metas. ¿Por qué nosotros no desarrollamos si tenemos lo que otros necesitan? La respuesta es simple, los gobernantes no han decidido emprender ese camino, por incapacidad y corrupción. Si el Estado se transforma en botín, es mejor que no desarrolle.
La peor injusticia es que haya pobres, que son dueños de un país tan rico. Esto debe cambiar. Lastimosamente, el sistema, las instituciones y los partidos políticos se han degradado. Por mano propia y adrede. Vamos a recuperar la fe. Pero ello no será posible, si repetimos pertinazmente los mismos errores.