jueves, 15 de octubre de 2009

Perú: Balance y Perspectivas

Que la Coyuntura no nos Devore

No se puede entender un país si no se conocen sus orígenes. Si no existen explicaciones claras sobre sus atavismos, adoleceremos de una lectura correcta sobre sus tendencias.

Y el Perú, nuestro amado país, requiere ser entendido a cabalidad si queremos opinar sobre su futuro. El pasado ejerce una gran influencia sobre el presente. Y tal como escribió Alexis de Tocqueville en 1835, “en el nacimiento de las Repúblicas está la explicación de su comportamiento en la adultez”.

Identidad nacional

Más allá de nuestro plausible nacionalismo, es necesario reconocer que nuestros próceres se preocuparon por fundar una República antes de consolidar una Nación. Razón por la cual tenemos una Identidad Nacional en ciernes.

A través de los años, la clase política del país se preocupó por construir un sistema político impuesto de arriba hacia abajo y asimiló el perfeccionismo de ese sistema colocándolo a la fuerza sobre una población que hasta hoy no logra comprenderlo.

Pero cuando el ser humano no comprende algo, reacciona rechazándolo o escabulléndose. El sistema no podía ser rechazado porque el pueblo no era consciente de su poder para hacerlo. Entonces, quedaba expeditivo el camino de la desconexión: la informalidad ya tenía partida de nacimiento.

Sin derechos laborales

Hoy, más del 70% del número de transacciones económicas se hace fuera del sistema formal. El 98% del total de empresas en el país son pequeñas y microempresas; de ellas, solo el 20% son formales. Pero este sector emplea a siete millones de peruanos, 60% de los cuales no tiene derechos laborales. El 30% de peruanos económicamente activos se dedica a la agricultura, pero solo 35% de ellos tiene sus propiedades legalmente registradas.

Ese es nuestro país. No reconocerlo es mirarlo a través de un cristal deformante. Fatalmente, este es el cristal a través del cual lo han visto todos los gobernantes desde 1821. Y la clase política nunca tuvo interés visible sobre nuestro destino colectivo. Sus afanes fueron otros. La captura del poder para convertirlo en truculentos negociados fue su más cara conquista.

Fariseísmo internacional

Las manos sucias y los bolsillos ávidos siempre corrompieron. Hoy, más de mil millones de nuevos soles anuales que nos pertenecen a todos van a parar a esos bolsillos. La clase política, despreocupada por capacitarse para ejercer el poder, navegó entre lo equivocado y lo intrascendente. Aquí radica nuestra tragedia y el valioso tiempo que hemos perdido desde los albores de la República.

Un fariseísmo internacional se ha encargado, por conveniencia, de bendecir nuestra economía formal. El Fondo Monetario Internacional, creado para garantizar el pago de las deudas externas, monitorea solo el 30% de las transacciones comerciales y financieras del país. Y es a ese minoritario grupo de personas al que el Estado exige con mayor avidez el pago de impuestos sobre propiedades, rentas y transacciones. El 70% restante ha creado sus propios mecanismos y vive soterrado, al margen de lo legal. El Gobierno casi no lo controla y el FMI no lo toma en cuenta.

¿Y el rol del Estado?

A partir de ideales sobre el sistema democrático, más que a partir de la realidad, el país ha hecho y deshecho constituciones copiando viejas tradiciones de países que han perfeccionado sus cartas fundamentales conforme se han ido perfeccionando sus ciudadanos y sus instituciones. El Perú aún no se ha dado cuenta de que los imperialismos “no se dejan copiar”.

Y esas leyes fundamentales se han orientado a crear derechos, como si ellos no fueran preexistentes. Sin embargo, han eludido lo más importante: asignar un rol al Estado. Sin él, se eximen responsabilidades y el famoso contrato social suscrito entre gobernantes y gobernados se trasforma en una ilusión.

Los Estados no crean ricos ni pobres por decreto, pero lo que sí pueden hacer es mantenerse como gendarmes de la propiedad privada, al puro estilo liberal ortodoxo, o generar el entorno favorable que los agentes económicos necesitan para desarrollarse.

Es este segundo rol el que nos inspira. Y tal como dice Carlos Neves Cristo, jefe del gabinete de Tecnología Industrial del Ministerio de Desarrollo, Industria y Comercio Exterior del Brasil: “El rol del Estado es ayudar a que las compañías cuenten con estándares de calidad internacional. El Estado deberá apoyar a las pymes con tecnología, investigación y búsqueda de mercados”. En ese rol creemos.

Compromiso del Estado

Pero a contrapelo de liberales ortodoxos, nosotros le asignamos un segundo rol: subsidiario. Y entende mos este concepto como el compromiso que debe asumir el Estado para ejecutar aquellas actividades que no le son atractivas a la inversión privada, pero que son imprescindibles para ciertos segmentos de la población.

Creemos en la economía social de mercado, pero de competencia imperfecta. A la vez, estamos convencidos de que en ese espacio de ofertas y demandas no se resuelven todos los problemas del país. Porque no es su razón de ser y porque allí priman los intereses de grupo antes que los de la Nación.

Hagamos el esfuerzo por desentrañar nuestros orígenes como República. Es en ese pasado que se encuentra la explicación de nuestros atavismos presentes. Además, porque prescindiendo de ellos no se puede enhebrar racionalmente nuestro tránsito hacia el futuro.

Megatendencia

Históricamente, los modelos económicos y los sistemas políticos han tenido una relación directa hasta hoy. Para poner en práctica modelos económicos en los que las mayorías no tuvieron ninguna atención del Estado, este adoptó sistemas políticos despóticos. Y cuando la economía se liberalizó, la democracia se convirtió en una megatendencia. Este razonamiento es útil, porque nos permite avanzar al siguiente paso: la implementación de un Estado promotor y subsidiario, habida cuenta que el modelo económico no funcionó a favor de las grandes mayorías.

Como un aporte al debate nacional, debemos analizar el misterio del capital. Misterio que para nosotros es inexistente, porque el afán acumulador del ser humano es consustancial con su naturaleza. Si bien no es un secreto la existencia de activos, sí nos preocupa su interrelación con el mercado para generar capital. Creemos en la formalización, pero transitando por otros senderos.

Nuevo modelo

En un posterior esfuerzo divulgaremos las bases de un nuevo modelo económico. Y creemos que esta nueva concepción debe insertarse necesariamente en una nueva Constitución. Una reforma sería tan profunda que la desnaturalizaría. Sería otra. Y de conformidad con elementales conceptos de Derecho Constitucional, es preferible hacer una nueva. El nuevo modelo se fundamenta en un Estado promotor y subsidiario mediante el cual creemos que se puede alentar el capitalismo popular, verdadero motor del desarrollo.

Interesarse en el país comienza por conocerlo. Es responsabilidad de los políticos hacer este esfuerzo para, recién con este conocimiento, participar en su futuro. Adolecemos de un proyecto nacional de largo plazo que le dé un rumbo al país. Es a partir de él que los partidos políticos deben elaborar sus respectivos planes de gobierno. Eso es lo serio, eso es lo sensato.

Que la coyuntura no nos devore. Que las pasiones no nos enceguezcan. Se hace necesaria una visión de estadista. Para que ella alumbre, el interés nacional debe estar por encima de los intereses grupales