miércoles, 21 de agosto de 2019

¿Sin alianzas en la Haya?


El interés nacional orienta constantemente los esfuerzos que hace un Estado y sirve de fundamento en la determinación de sus decisiones.
Interpretando a cabalidad este concepto, el Estado peruano decidió, hace poco, interponer una demanda ante la Corte de Justicia de la Haya, con la finalidad de que dicho organismo dirima la controversia que mantienen el Perú y Chile respecto de sus límites marítimos.

No tengo ninguna duda respecto a la justeza de nuestra demanda. Estoy convencido, además, como todos los peruanos, de que nuestro infraterno vecino del sur ha usufructuado indebidamente una porción importante de nuestro mar.
Sin embargo, no tengo la misma convicción respecto de la oportunidad en que se ha presentado la demanda. Guardo mis reservas, además, sobre cómo se ha conducido la política exterior con los “vecinos de interés”.
No debemos tener temor de reconocer que estamos ante un conflicto de intereses y que hemos decidido, como país civilizado, solucionarlo por la vía legal. Pero éste, como todos los conflictos, se puede ganar o perder antes de haberlo iniciado.
Talleyrand-Perigord, el famoso ministro de Asuntos Exteriores, colaborador de Napoleón, decía que los conflictos entre Estados nunca son asépticamente binacionales, porque los intereses que mueven a unos y otros tienen repercusiones más allá de sus fronteras. Por esa razón aconsejaba una hábil concatenación de alianzas antes de enfrentar un conflicto.
Esto es lo preocupante precisamente. El canciller ha repetido constantemente que corresponde solo a los dos países litigar ante la corte, algo que no es tan exacto. Este supremo tribunal, cuyos fallos son INAPELABLES, es muy cuidadoso y por ello se toma tiempos prolongados para decidir. Basado en esta condición agotará todos sus esfuerzos para llegar a la verdad.
Los convenios pesqueros (por llamarlos de alguna forma) firmados por el Perú, Chile y el Ecuador entre 1952 y 1954 no fueron suscritos para fijar límites. Sin embargo, Chile se sostiene en ellos para afirmar que no existe ninguna controversia limítrofe con el Perú.
Tal como dicen las enseñanzas de Talleyrand-Périgord, la Ministra de Relaciones Exteriores del Ecuador afirmó que los límites marítimos entre el Perú y su país están firmemente definidos por tales convenios, lo que, de seguro, le hace un gran favor a Chile avalando su tesis. No obstante lo que se diga, lo más probable es que en su momento, y por diversas razones, Ecuador hará sentir su voz en La Haya.
Aunque se solucionó de manera definitiva nuestro problema demarcatorio con Ecuador, estamos muy lejos de que nuestras relaciones sean fraternalmente amistosas. Ese país jamás será “Amazónico”, como soñaron sus habitantes por más de medio siglo hasta elevar tal pretensión a “interés nacional”. Y eso tiene aún forma de resentimiento en la clase política.
Viejos lazos de amistad y colaboración militar unieron a nuestros vecinos del norte y el sur. Desde Portales y su aprovechado discípulo Pinochet, Chile se ha conducido con sagacidad geopolítica con Ecuador. Por eso, aunque lo niegue para guardar las formas, el país norteño actuará como su embozado aliado.
El régimen del ex presidente Alejandro Toledo cometió un gesto inamistoso con Brasil al sustraerse a la iniciativa de ese país para formar un bloque sudamericano de países. Esa es la probable explicación de que el eje Lima-Brasilia no se consolidara. Este gigante sudamericano le prodiga más abrazos a Chile que a nosotros.
Argentina, por su acercamiento energético con Venezuela, se ha distanciado del Perú. El presidente Alan García no fue a la asunción del mando de Cristina Kirchner. El gesto es más elocuente que cualquier palabra. ¿Podrá ese país ser confiable después de haberle vendido armas al Ecuador durante el llamado “Conflicto del Cenepa”?
Bolivia, aliado incondicional de Venezuela, criticó duramente la firma del Tratado de Libre Comercio (TLC) con los Estados Unidos y elevó los decibeles de su encono ante la decisión poco feliz del presidente García de negociar un TLC con la Unión Europea pasando por alto a la CAN. Es lamentable que el jefe de la delegación de la Comunidad Europea en el Perú haya manifestado que tal deseo no será factible. Es decir, nos peleamos con los miembros de la CAN por nada.
¿Será posible que no obstante esta orfandad de alianzas tengamos éxito en La Haya? Deseo fervientemente que así sea, aunque la historia me esté susurrando al oído todo lo contrario.
¿Hubo apresuramiento en la decisión de presentar la demanda? La respuesta es sí, tal como admitió en entrevista escrita el Secretario General del Partido Aprista Peruano, Mauricio Mulder. Quien decide antes de tiempo o después de él pierde la iniciativa. Y hasta donde conozco, este principio decide la victoria.
Algunos historiadores dicen que Chile nos ganó tres veces. Durante la Emancipación, con la confederación y en la Guerra del Pacífico, la que, a tenor de lo expresado por el Secretario de Estado James Blaine en 1912, fue “una guerra inglesa contra el Perú, en la que Chile fue su instrumento”.
Que no nos vuelvan a ganar. Y como el proceso jurídico en La Haya se prolongará por varios años, tengo la fundada esperanza que las actuales carencias se corregirán, aunque para ello será necesario que los gobernantes apelen a su condición de estadistas y, como tales, decidan con criterio geopolítico en tan trascendental tema. Espero también que quienes tienen algo importante que decir lo hagan sin más pasión que el acendrado amor por la patria.
La estrategia de acción sirve para alcanzar algo pese a los otros. La de disuasión busca impedir a otro que emprenda algo. Ambas están muy bien explicadas por el General Beaufre en su obra Estrategia de la acción. Esto a propósito de la decisión gubernamental de mantener un núcleo básico eficaz de fuerza.
¿Será lo mismo que fuerza disuasiva necesaria, como se le conoce en todo el mundo? De serlo, hagamos que cumpla su condición de necesaria para cuando nos toque ocupar el mar que nos corresponde.
La realidad confirma el error de mantener con Chile relaciones por “cuerdas separadas”. Ellos conocen solo una y está condicionada a la intangibilidad de sus intereses. ¿Seguiremos insistiendo unilateralmente en un tipo de relación que nuestro vecino no acepta? Bien vale la pena revisarla.