jueves, 13 de febrero de 2014

No Podemos ser País del Primer Mundo Con un Gobierno del Tercer Mundo

Se dice que hay tres clases de libros: los que hay que consultar una vez, los que merecen una lectura en la vida y los que hay que tener para siempre. En este último grupo se encuentra la obra magnifica “Porque fracasan los países” de los economistas Daron Acemoglu y James Robinson. Con sus fascinantes quince capítulos, pletóricos de ejemplos históricos y abundantes análisis de actualidad, los autores finalmente nos demuestran que no es el clima, la geografía o la altura los que hacen la diferencia entre países ricos y pobres, sino sus instituciones políticas.

Debemos fortalecerlas instituciones (F.Fukuyama) 

Ellas (según los autores) son de dos tipos: inclusivas y extractivas. Las primeras, tanto políticas como económicas, son aquellas que permiten una participación plural y de las que una mayoría se beneficia; las otras, las extractivas son aquellas en que el poder y la riqueza se encuentran en unas pocas manos y no se deja a la mayoría beneficiarse de ellas.

La importancia del libro, reconocida por prestigiosos economistas como Joseph Stiglitz y Thomas Friedman, nos incentivó a releerlo una y otra vez, y nos ayudó a entender el peligro que se cierne sobre nuestro país con el debilitamiento y degradación de las instituciones políticas. Y lo hemos venido expresando hace varios meses, por lo que nos complace que recientemente otros respetables analistas como Fernando Rospigliosi en su columna de “El Comercio” del 12 de enero, se hayan complacido con esta lectura.

Acemoglu y Robinson 

Conocedores de nuestra realidad, Acemoglu y Robinson analizan el gobierno de Fujimori  y su aliado Montesinos, para decir por extensión que los regímenes autoritarios usualmente tratan de controlar los medios de comunicación. Cualquier parecido con la actual realidad, no es pura coincidencia. Basta leer el “Plan de la Gran Transformación”, mamotreto que aún inspira añoranzas en Ollanta Humala.

En Octubre del 2010, la Cámara de Comercio  de Lima, invitó al célebre politólogo  y economista norteamericano de origen japonés Francis Fukuyama, autor de otro interesante libro  “El fin de la historia y el último hombre”. En la V Cumbre de Comercio Exterior nos dijo básicamente  tres conceptos: debemos diversificar nuestras exportaciones, desarrollar el capital humano a través de la Educación y finalmente una frase para reflexionar: “Me parece una ilusión que se quiera ser país del primer mundo con un Gobierno del Tercer Mundo”, haciendo referencia puntual   a las instituciones políticas que lo sostienen, coincidiendo con Acemoglu y Robinson en la importancia de fortalecerlas  y no debilitarlas, como irreflexivamente se viene haciendo.

Una de esas instituciones y tal vez de  las más importantes en una democracia son los partidos políticos, organizaciones a las que Maurice Duverger (“Los partidos políticos”) les confiere el rol de representatividad e intermediación,  pues expresan los intereses y objetivos de diversas fuerzas sociales, teniendo como objetivo la conquista del poder o la participación en su ejercicio. Es por ello que cada día deben ser más fuertes (en el sentido institucional) y deben preocuparse en cumplir el rol que le asigna la democracia.

Nueva Ley de Partidos Políticos

Debido a que no lo están haciendo, es que el presidente del Jurado Nacional de Elecciones Dr. Francisco Távara Córdova afirmó en noviembre del año pasado, que presentará próximamente ante el Congreso de la República una iniciativa legislativa para la aprobación de una nueva Ley de Partidos Políticos, la misma que “pretende fortalecerlos como instancias de intermediación entre los ciudadanos y el poder público”, característica que a todas luces han ido perdiendo. Situación que a decir de Acemoglu y Fukuyama, explican el fracaso de los países. Puede crecer la economia, pero no se convertirá en desarrollo con este lastre.

Y es que los “partidos políticos” en el país le han sacado impunemente la vuelta a la Ley de Partidos Políticos vigente. Távara sostiene que una nueva ley fortalecerá la democracia interna de estas organizaciones, obligaría al funcionamiento permanente de los comités partidarios y aseguraría el financiamiento de los partidos con fondos públicos.

 En el Gobierno de Toledo

Todo lo cual ya está contemplado en la Ley Nº 28094, la misma que fue promulgada el 31 de Octubre del 2003 por el presidente Toledo. En su artículo 2 (Fines y Objetivos de los partidos políticos) se señala con meridiana claridad algunos aspectos:

PRIMERO: Representar la voluntad de los ciudadanos y canalizar la opinión pública. Fin que no se cumple, pues cada día viven más alejados de la población, a la que deberían representar. Sino veamos en que terminó la “repartija” que se urdió en el congreso.

SEGUNDO: Contribuir a la educación y participación política de la población, con el objeto de forjar una cultura cívica y democrática, que permita formar ciudadanos capacitados para asumir funciones públicas. Esta es probablemente la mayor claudicación. Ningún partido tiene vocación pedagógica y la prueba que no han formado ciudadanos para asumir funciones públicas, son los impresentables que han llegado al Congreso de la República.

TERCERO: Contribuir a la Gobernabilidad del país. Dado que la lucha por el poder o participar en su ejercicio, les da la doble oportunidad de colaborar en el éxito de la gestión gubernamental, lo que han hecho  es boicotearla por intereses mezquinos. Es claro que si la “clase política” asumiera la responsabilidad de cumplir con la ley, tendríamos las “instituciones eficaces e inclusivas” que exhortan a tener Acemoglu y Robinson.

Instituciones fantasmales

Pero hay más, la ley exige el funcionamiento permanente de los comités partidarios, los que le dan vida a estas organizaciones que han devenido en instituciones fantasmales que solo existen en la voz de sus dirigentes en la capital. Prueba de ello es que las autoridades regionales y locales no pertenecen (en su gran mayoría) a ningún “partido político”. Y así será en las próximas elecciones de este año.

El título V  (Democracia Interna) establece diversas responsabilidades que en este aspecto deben observar las organizaciones que se precien de ser “partidos políticos”. Y dada la importancia de estas dentro de un régimen democrático, lo mínimo que deberíamos esperar de ellas, es que fueran fieles practicantes de la democracia interna. La elección a dedo en presencia de unos cuantos sumisos, de la Sra. Nadine Heredia  como presidenta del “Partido” Nacionalista, no es sino la representación  repetitiva del caudillismo y el poder dictatorial de sus dirigencias. ¿Qué democracia exigen para afuera, si hacia adentro reina la más retrógrada dictadura? 

En cuanto al financiamiento, son anecdóticos los aportes ilegales que recibió Alejandro Toledo y el desvió  de ellos a las cuentas de su sobrino. O los que por encima del monto permitido por ley recibió Luis Castañeda de su frustrada candidata  a vicepresidenta.

Antropofagia política 

Con todos estos breves ejemplos queremos finalizar enfáticamente que la conducta de los hombres no se modifica por decreto. Es probable que sea necesario perfeccionar la Ley Nº 28094; pero creemos que mientras no cambie la “clase política”, ninguna ley (por muy inspirada que sea) podrá dotar al país de instituciones políticas sólidas. Mientras la antropofagia política  sea el recurso más utilizado  para ganar elecciones, seremos una nación camino al fracaso.

El país está crispado, dividido, irreconciliado por iniciativa del imperito Presidente que tenemos, pero a ello han contribuido diligentemente y por intereses políticos, todas las organizaciones. Fue de espanto  la interpelación al Ministro de Defensa. Dice nuestro editorial que se están cosechando las tempestades, que sembraron con vientos los funcionarios del Gobierno.

Es hora de reflexionar. Que no sea esta una nueva oportunidad perdida, como nos pasó por los mismos motivos,  con las bonanzas del guano, el salitre, el caucho, la anchoveta y el petróleo. Leamos más a Acemoglu, Robinson y Fukuyama. Recordemos las sugerencias de James Porter, en vez de estar pensando en mesianismos y continuismos reeleccionistas. Pensemos en el país que dejaremos a nuestros hijos, tal vez el amor paternal haga el milagro de construir el futuro con grandeza y desprendimiento.