domingo, 15 de febrero de 2009

Interpretando la Crisis Global

Comparación poco consistente

La codicia es inherente a la naturaleza humana, particularmente a la de los más ricos, y ella ha sido el motor de todas las crisis que ha tenido que enfrentar la economía. Pero cada una de ellas, a pesar de este rasgo común, ha tenido sus propias características, tal como la historia se ha encargado de demostrar.

Es por ello que resulta inapropiada la similitud que algunos analistas pretenden encontrar entre la Gran Depresión de los años 30 del siglo pasado y la severa crisis financiera que afecta hoy a todo el planeta. Sin embargo, debemos reconocer que deliberadas fallas humanas las hicieron posible.

¿Fin del capitalismo?

Producidas ambas crisis, analistas ideologizados han vaticinado el fin del capitalismo. Esto no sucedió en la década del treinta del siglo pasado ni sucederá después que se supere la presente. Y es que, como dijeran Bagaturia y Andreiev, el capitalismo tiene la virtud de reinventarse después de cada crisis, además de contar con un poderoso aliado: el Estado. Ese Estado que en la gran depresión de 1907 dispuso el cierre de todos los bancos y prohibió el retiro masivo de los depósitos para evitar una catástrofe, y hoy acude en defensa de las entidades financieras inyectándoles fondos multimillonarios. Algunos critican que ese Estado –al que en épocas de bonanza el neoliberalismo, expresión holística del capitalismo, le niega presencia en la economía– tenga un rol protagónico cuando el sistema se encuentra en problemas. ¿Cuál sería la alternativa? ¿El colapso? Muchos marxistas así lo desean, tal vez con la ilusa esperanza que el mundo vuelva sus ojos al socialismo. Felizmente, nada de eso sucederá.

Antecedentes de la Gran Depresión

Tanto la actual crisis como la de 1929 se originaron en los EE.UU. y se extendieron a todo el planeta. Esto demuestra la importancia hegemónica de la economía norteamericana, la que a pesar de los sombríos pronósticos seguirá siendo la más influyente en la economía mundial.

La Gran Depresión de los años 30 no se puede comprender sin remontarse a la crisis que la precedió, en 1907, cuando el Knickerbrocker Trust Company, el tercer banco más importante de depósitos de Nueva York, empezó a experimentar dificultades económicas que originaron un pánico financiero en todo el sistema alentando a todos los impositores a retirar sus depósitos. El Estado, en esa oportunidad, dispuso la restricción de pagos y el cierre temporal de algunas entidades bancarias.

Con la intención que la codicia no vuelva más a originar este tipo de problemas, el Congreso Norteamericano aprobó la Federal Reserve Act (Ley de Reserva Federal) el año 1913, concediéndole al Sistema de la Reserva Federal resultante de la ley, la autoridad clave en materia monetaria.

A pesar que gruesos errores del sistema sumieron a los EE. UU. en una aguda, aunque corta, depresión en el periodo 1920-1921; la época dorada se produjo, sin lugar a dudas, el resto de la década de los veinte. A lo largo de estos años el FED actuó como un verdadero volante de regulación, aumentandola tasa de crecimiento monetario cuando la economía daba muestras de flaqueza y reduciéndola cuando empezaba a crecer demasiado de prisa.

Sin embargo, Benjamín Strong, el banquero, primer director del Banco de la Reserva Federal de Nueva York y artífice del auge, murió en 1929. Este hecho originó una lucha por el poder dentro del sistema que, a su vez, debilitó la eficiencia del FED.

La Gran Depresión de 1929

Debilitados los controles, la Depresión comenzó el 24 de octubre de 1929, fecha conocida como Jueves Negro, cuando la Bolsa de Nueva York se derrumbó, tal como afirma Milton Friedman.

A pesar que la actividad económica había alcanzado su punto máximo en agosto de ese año, el desastre del mercado de capitales era inminente debido a un alza especulativa insostenible. Producida la quiebra del mercado, cundió la incertidumbre entre los hombres de negocios y las demás personas.

Las pugnas entre el Banco de la Reserva Federal de Nueva York y el Consejo de la Reserva Federal instalado en Washington se hicieron más evidentes. Aunque este último impuso su disciplina, en vez de aumentar con rapidez la oferta monetaria en un porcentaje superior al corriente para compensar la contracción económica, el FED dejó que la cantidad de dinero disminuyera lentamente a lo largo de 1930.

Cuando el Banco de los Estados Unidos estaba a punto de quebrar, el sistema actuó para salvarlo mediante la concesión de un fondo de garantía a partir de su fusión con otros bancos. El plan falló porque el banco estaba dirigido por sus propietarios judíos y servía principalmente a los intereses de esta comunidad. En el último momento, la Cámara de Compensación de Nueva York se retiró del esfuerzo de salvataje debido al sentimiento antisemita de algunos de sus directores.

El FED, por los motivos expuestos, aquella vez no pudo cumplir la misión para la que había sido creado. Este fracaso originó que el Presidente Hoover escribiera en sus memorias: “Llegué a la conclusión de que (el Consejo de la Reserva) era una caña demasiado débil para que un país se apoyara en ella en tiempos difíciles”. La debilidad e ineficacia a las que se refiere han quedado demostradas, una vez más, en la presente crisis, porque nadie podrá creer que la burbuja ficticia de prosperidad que la antecedió no era de conocimiento público. Demasiados analistas habían advertido que la baja sustancial de la tasa de interés de 6% a 1% era una peligrosa decisión que se convertiría en explosiva al proliferar indiscriminadamente los préstamos hipotecarios sub-prime. El FED no podía desconocerlo, pero no actuó en la forma debida. La codicia de banqueros y especuladores pudo más.

Paralelismo político

Tal como ha sucedido en las recientes elecciones en los EE. UU., en 1932 se enfrentaron el republicano Herbert Hoover, quien intentaba la reelección cargando como pasivo una gran depresión, y el demócrata Franklin Delano Roosevelt, una cara nueva que irradiaba esperanza y optimismo. Ganó este último y con él un “comité de cerebros” creado en la residencia del Gobernador en Albany. Fueron ellos quienes concibieron el New Deal que Roosevelt prometió al pueblo norteamericano cuando aceptó la candidatura demócrata a la presidencia del país.

La elección de Roosevelt significó un gran cambio en la percepción que el público tenía del papel del Estado. Pasaron de creer en la responsabilidad individual, el laissez faire y un Estado limitado y descentralizado a defender la responsabilidad colectiva, la presencia fuerte del Estado como regulador de la economía y una administración centralizada y poderosa.

Este sentimiento cristalizó en la tesis del economista John Maynard Keynes, que ahora cobra nueva vida ante el obligado reentré del Estado para superar la gran crisis financiera que los banqueros y financistas crearon con el silencio cómplice del FED.

Efectos de la crisis

La crisis ha tenido un origen financiero y lo que “exportará” EE. UU. a nuestro país, no será la misma crisis. Nuestro sistema es bastante sólido como para involucrarse en una vorágine de este tipo. A nuestras costas llegarán los efectos que ella genere en ese país y en el resto de países desarrollados, ya que somos una economía dependiente. ¿Cuáles son los que más nos afectarán? Principalmente tres: la recesión, el incremento de las tasas de interés y la incertidumbre de los capitales para invertir.

La primera ya está originando en los EE .UU., Japón y la UE un doble efecto: por un lado, un decrecimiento en el consumo que afecta nuestras exportaciones y por el otro, el aumento de las tasas de desempleo, que en EE. UU. incide principalmente en los inmigrantes. El sistema financiero de nuestro país ya ha alertado acerca de la disminución en 600 millones de dólares de las remesas que los peruanos en el exterior remiten a nuestro país y que anualmente alcanzaban los 3 500 millones.

La tasa de interés en los EE. UU. ha bajado un punto, pero, a pesar de esto, ella se sitúa por encima del 4%, porcentaje bastante alto respecto del 1% que originó la crisis. Esta tasa dificultará los préstamos interbancarios, de los que nuestros bancos también obtienen recursos.

Finalmente, mientras la incertidumbre ronde en el mercado de capitales, lo más probable será que las inversiones disminuyan sus flujos.

Plan Anticrisis

Por lo tanto, ha hecho muy bien el Gobierno en diseñar un Plan Anticrisis cuya fortaleza son los 10 mil millones de soles adicionales al Presupuesto que el presidente García ha puesto como motor de la inversión interna en infraestructura. Lo mismo ha hecho China con cifras mucho más altas. La cumbre APEC recomendó la misma receta: inversión ante la crisis.

Lamentablemente, las críticas a dicho plan han sido pobres, mezquinas e ideologizadas. El ex presidente Toledo, desnudando sus incipientes conocimientos en economía, ha criticado que el presidente García afirmara que estábamos blindados, concepto que no es acertado. ¿No es mejor aplaudir una sana rectificación? Luego, coincidiendo con Humala y Lourdes Flores Nano, ha hecho una serie de advertencias, más populistas que técnicas. Sin embargo, ninguno de los tres dicen nada frente a dos incógnitas que suscita el Plan: por un lado, no tiene horizonte temporal; es decir, no se sabe cuánto durará, y por otro, no se ha precisado cómo un remolón aparato del Estado se volverá lo suficientemente ágil como para que ejecute, en los próximos seis meses, por lo menos el 40% de lo que estipula el Plan. Sobre todo si tenemos que hasta noviembre del 2008 el Ejecutivo solo había alcanzado a gastar el 25% de su Presupuesto y las regiones, una cifra parecida.

¿Recesión?

Finalmente, el fantasma de la recesión ronda todas las economías del planeta. Pero, ¿qué es recesión? Mientras que la Macroeconomía la considera como un periodo de decrecimiento continuo del PBI durante dos o más trimestres consecutivos, otra corriente teórica la caracteriza como un periodo de tiempo mayor a doce meses durante el cual el porcentaje de crecimiento del PBI de una economía es negativo

¿Están pasando por este periodo EE. UU., Japón y la UE? Según el FMI, la economía peruana crecerá el 2009 a una tasa del 5% respecto al PBI, disminuyendo aproximadamente cuatro puntos porcentuales respecto al 2008. Aún así, será la más fuerte, dinámica y solvente de la región. Es por esta razón que, a despecho de caviares y marxistas, agoreros de desgracias del capitalismo y el neoliberalismo; nuestra economía tiene remotas posibilidades de entrar en recesión.